domingo, 24 de agosto de 2014

¿QUÉ HACER SI EL RECUERDO DE UNA PERSONA NOS HACE SUFRIR?



Con el tiempo, se ha demostrado la veracidad de lo que muchas  antiguas culturas creían y practicaban, donde lo principal es saber que todos estamos relacionados formando un TODO con el Universo. Que nuestra Esencia es divina, procede del Creador, que algunos llaman La  Fuente o el Ser Único.
Somos por tanto creadores, y por ello responsables de lo que creamos.

Nosotros elegimos a las personas que  forman parte de nuestra vida, y somos responsables de lo que suceda entre ellas y nosotros.
Por ejemplo: Leemos el escrito de una persona en Internet, y como ella nos gusta por la imagen que muestra en su perfil, por su simpatía o por la belleza de sus escritos nos hacemos amigos, seguidores asiduos. Poco a poco vamos intercambiando comentarios y nace una afinidad entre nosotros. Damos un paso adelante y nos iniciamos con los mensajes privados, el chat, el teléfono, el wassap... Ha nacido una fuerte amistad entre nosotros de la cual yo soy el responsable por haberla iniciado, pues si no hubiera comentado sus escritos halagándolos y felicitándola por su creatividad, y más tarde enviando mensajes privados esa relación jamás hubiera existido. Esa persona hubiera sido una más de las millones de personas que escriben en la red.

Por consiguiente si la relación nos causa felicidad o dolor, si crece y llega a ser  algo muy  íntimo y especial, o al contrario: se rompe y se convierte en fuente de discusiones, rencores, insultos y reproches a nadie debemos echar la culpa, somos nosotros los únicos responsables.

Hemos dicho en entradas anteriores que, según la filosofía de pueblos ancestrales: Los Mayas, Babilonios, Egipcios, la Mesopotamia, el Oriente... en nosotros conviven tres cuerpos: el físico, la mente, y el alma o esencia divina. Esa esencia inocente es el Yo interior, la consciencia indestructible que habita en nosotros: El cuerpo físico y la mente con todos sus recuerdos, maquinaciones y proyecto se van degenerando hasta que mueren; en cambio el alma, la Esencia Divina, volverá a su fuente y acabará encarnándose en otro cuerpo.

Es nuestra mente la que hace actuar al cuerpo físico y usa todos sus medios para atraer a esa persona e introducirla en nuestra vida, nuestra mente , nuestro yo. Le habremos presentado a nuestro Yo interior a una persona que va a influenciar nuestra vida a partir de ese momento. Si la relación nos hace feliz, nuestro Yo es feliz; si nos causa dolor y sufrimiento, nuestro Yo interior sufre.

¿Qué podemos hacer cuando una persona nos hace sufrir mucho y cada día acabamos enfadados a causa de discusiones, reproches, amenazas e insultos?
Echarla de nuestra vida, olvidarla, borrar su recuerdo.
Pero eso es materialmente imposible, esa persona la tenemos clavada en la sangre y es imposible no pensar en ella, causando sufrimiento a nuestro Ser.


Pues bien, de los antiguos habitantes del Caribe, y también de los pergaminos de la hechicera y sacerdotisa Morgana,  reina de Avalón, conservamos un método que se muestra muy eficaz: Ellos lo llamaban el " Oh, o ponopono", que consiste en cerrar los ojos y hablar con nuestro Yo interior concentrando nuestros sentidos en el corazón. Pensemos que es gracias a él que existimos, él  ha elegido nuestro cuerpo para habitar en él y es gracias a él que disfrutamos de todo lo que conocemos y sentimos. Decidle simplemente Gracias, Te quiero, Te quiero mucho.
Luego, sabiendo que le hemos traído a una persona que le causa sufrimiento debemos pedirle perdón: "Perdón por el daño que te he causado".

Y es entonces cuando nuestro Yo interior borrará del archivo de la memoria esencial y universal todo lo negativo de esta persona, lo que de ella nos hace sufrir, quedando sólo su parte buena. Habremos llenado el vacío que deja el mal recuerdo de ella con amor. Repetir esa sencilla fórmula cada vez que nos venga el recuerdo de esa persona, y en pocos días si lo hacemos sintiendo lo que decimos y amando realmente al ser que nos habita, recuperaremos la paz.

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